País Circular | Habitar consciente
- Publicado el 19.01.2022
- Escrito por Angel Fondon
En los últimos 30 años, la discusión sobre el cambio climático se ha tomado la agenda concentrando su mirada en el aumento de la temperatura y el necesario cuidado de los ecosistemas que pueden contribuir a su mitigación o a la adaptación de las comunidades a sus efectos.
Desde la última década, los humedales han comenzado a visibilizarse como infraestructura verde de la cual dependen millones de personas en el planeta y que son un real e importante sistema para contrarrestar el escenario climático que vivimos. Según el informe de la Convención Ramsar de 2019, desde 1970 un 35% de los humedales han desaparecido. La tasa de pérdida de estos ecosistemas es tres veces mayor a la de, por ejemplo, los bosques. Una razón para ello, podría ser que a pesar de que los humedales representan 12,1 millones de kilómetros cuadrados en el planeta, sólo el 18% de éstos cuenta con protección.
Es por esto que la ley de humedales urbanos, promulgada el 23 enero de 2020, llegó en un momento clave, algunos dirían que tarde, pero por lo menos podemos comenzar a discutir y establecer una política clara en cuanto a restricciones y conservación en aquellos humedales que están dentro de áreas urbanas. La presión que existe de infraestructura pública, proyectos inmobiliarios y cambios de uso de suelo ha generado impactos negativos disminuyendo la cantidad y la calidad de sus servicios ecosistémicos.
La restricción a actividades perjudiciales para los Humedales Urbanos es un paso importante, pero creemos que la gran oportunidad que otorga la Ley es, comenzar a repensar los asentamientos urbanos y la forma en que se planifican las ciudades a partir de sus atributos naturales. Es en este sentido, donde todos los actores del territorio incluidas las inmobiliarias y los gobiernos locales, gestores de infraestructura pública, la comunidad, entre otros, deben visibilizar su entorno natural, incluidos los humedales como un activo fundamental para el desarrollo y subsistencia armónica de las ciudades. No es sólo admirar su belleza y la biodiversidad que habita en ellos, sino también priorizarlos como infraestructura verde que nos ayuda a adaptar y mitigar los efectos del Cambio Climático.
La intervención desmedida que no toma en cuenta su valor como infraestructura verde de estos ecosistemas expone a los habitantes del territorio a posibles catástrofes, ya que los humedales son capaces de absorber el CO2 de la atmósfera, actúan como barreras de contención natural frente a marejadas, absorben el exceso de agua en eventos extremos de precipitaciones, suministran de agua dulce y permiten la recarga de aguas subterráneas.
A dos años de la promulgación de la Ley 21.202 de protección de Humedales Urbanos, tenemos que dar vuelta la mirada para planificar y construir ciudades que se basen en sus ecosistemas y atributos naturales, es urgente y necesario un habitar consciente, respetuoso del territorio y en equilibrio con todo nuestro entorno.
Columna de Diego Urrejola, director ejecutivo de Fundación Cosmos.